Este libro nos hace reflexionar sobre la gratitud que empeñamos en nuestro día a día. A mi me hizo cuestionarme cuando daba yo las gracias y por qué, y llegué a la conclusión que daba muchas menos veces las gracias de lo que debería, porque las personas de mi entorno día tras día me hacen favores, y lo tengo tan normalizado que nunca aprecio en su totalidad el acto gratificante que es. Por otro lado, me hizo pensar que yo en mi trabajo, desempeño el papel de educadora, y que constantemente intento inculcar el acto de dar las gracias, pero a mí misma no me lo aplico. ¿Porque cuantas veces doy las gracias a alguno de mis alumnos por hacerme un favor? ¿o les doy las gracias por la estima que me demuestran? También me hizo replantearme si de verdad valoro lo que tengo, ya que para gratificar hay que ser consciente de todo lo que nos rodean, y creo que no. Porque casi nunca me paro a reflexionar las cosas buenas que me rodean, los seres queridos que tengo a mi lado, las cualidades que poseo, etc. Y creo que es un ejercicio que debería empezar a desarrollar.
En el rato de clase que tuvimos:
Trabajamos la comunicación y la escucha activa. Trabajando conceptos como las comunicación bidireccional, las importancia de las posturas corporales (ya que también comunican), o incluso programación neurolingüística.
A mi me hizo reflexionar, cuantas veces se puede dar comunicación con otra persona pero no es bidireccional, porque una de las dos personas estamos despistadas y no se esta transmientiendo bien los mensajes. Además, de la importancia que tienen las posturas corporales y los gestos en la comunicación de nuestros días. Esto es algo que tengo muy presente, ya que mi madre siempre ha hecho mucho esfuerzo en trabajar las posturas que ponía en la mesa durante las comidas y las cenas, o los gestos que hacía. Pero en cuanto a los gesto, me causa un poco de contradicción, ya que nuestra cara es nuestro reflejo del alma. Me parece una buena forma de comunicar un mensaje sin llegar a las palabras. La contradicción viene, a que yo soy una persona muy expresiva, cuando me pasa algo, me es muy difícil ocultarlo y se puede intuir fácilmente mirándome la cara. Y mi madre siempre me ha reñido por expresar descontento o insatisfacción con la cara, porque me decía que esto me traerían problemas al ser mayor y estar en un trabajo. Y a día de hoy, no lo veo ningún problema, es una facilidad que tengo, y que me ayuda a no explotar y decir cosas desde la ira. Puedo transmitir el mismo mensaje con mi rostro y sin llegar a causar conflictos.
Y otras de las cosas que me hizo mucho reflexionar de esta clase, es la manera diferente que tenemos de percibir las cosas las personas. Se expuso en clase la foto de las zapatillas y del vestido, donde había un grupo de personas que lo veían de un color y otro grupo de personas de otro color. Es un ejemplo muy claro y gráfico, de lo que pasa en nuestros días, y a la hora de causarse un conflicto nadie piensa en la diversidad de percepciones del mensaje.
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